La organización del Mundial 2030 en España, junto con Portugal y Marruecos, representa una de las mayores oportunidades deportivas y económicas de la historia reciente del país. Sin embargo, su impacto no está exento de desafíos. Este evento global promete reactivar la economía, fortalecer la imagen internacional de España y dejar un legado en infraestructuras y cohesión social. A la vez, plantea interrogantes sobre su sostenibilidad y gestión eficiente.
Desde el punto de vista económico, el Mundial tiene un potencial transformador. Según estimaciones, España podría generar hasta 12.000 millones de euros en ingresos, impulsados por el turismo, derechos de televisión y patrocinadores. Por cada euro invertido en el torneo, se prevé un retorno de 4,28 euros al PIB, lo que subraya la magnitud de la oportunidad. Además, se espera la creación de más de 82.000 empleos en sectores como la hostelería, el transporte y la logística. Este impacto no solo beneficiará a las ciudades sede, sino también a otras regiones que participen indirectamente en actividades relacionadas con el evento.
El Mundial también actuará como una poderosa herramienta para reforzar la Marca España. Este tipo de eventos proyectan a los países anfitriones como destinos de calidad, no solo para el turismo, sino también para la inversión. España, con su experiencia previa en organización de grandes competiciones, puede aprovechar esta ocasión para consolidar su reputación como líder en gestión deportiva. Además, el torneo será una plataforma para promover valores como la igualdad y la cooperación, fortaleciendo el tejido social dentro del país
Sin embargo, organizar un evento de esta magnitud no está exento de desafíos. La inversión necesaria para modernizar estadios, construir nuevas instalaciones y garantizar el cumplimiento de los estrictos estándares de la FIFA podría rondar entorno los 1.430 millones de euros, que se dividía en 750 millones de euros para infraestructuras y otros 680 millones para gastos de organización. Aunque España ya cuenta con infraestructuras deportivas de calidad, muchas necesitarán renovaciones significativas. Además, la gestión logística será compleja, especialmente al tratarse de un torneo multinacional que incluye a Marruecos y Portugal como coanfitriones. La coordinación entre los tres países requerirá un esfuerzo político y organizativo sin precedentes.
Otra preocupación importante es el impacto ambiental. Grandes eventos como este tienden a generar un alto nivel de emisiones de carbono, tanto por el aumento de vuelos internacionales como por las demandas energéticas y de transporte interno en las ciudades sede. Sin medidas sostenibles, el Mundial podría agravar problemas medioambientales en un momento en que la lucha contra el cambio climático es más urgente que nunca. En respuesta a esto, las autoridades han señalado que uno de los objetivos será garantizar que las mejoras en infraestructuras sean sostenibles y de largo plazo, por ejemplo, Gonzalo Castro, concejal de Cultura y Turismo de A Coruña, ha defendido que, tras las obras de ampliación previstas para el Mundial, el Estadio de Riazor debería facilitar su uso para eventos no relacionados con el fútbol. Esto busca evitar que las instalaciones queden subutilizadas y garantizar su sostenibilidad a largo plazo.
Comentarios
Publicar un comentario